jueves, 1 de mayo de 2014

EL FÚTBOL DEL LUNES MEJORA EL DEL MARTES



  Nunca he entendido el fútbol como una batalla, no creo que sea demasiado positivo que las madres sean las protagonistas de un triunfo en las semifinales de la Copa de Europa por haber parido unos hijos con los huevos tan grandes, no pienso que haya que quemar ningún árbol de ninguna ciudad…  Las declaraciones pesan demasiado y son en exceso soberbias y agresivas.  La única realidad es que a las semifinales de la competición de clubes más importante del mundo han llegado tres equipos altamente especuladores y que, tras ver cada partido, tengo una sensación de cansancio que creo haber estado presente en cada una de esas batallas brutales.  Sinceramente, me parece inconcebible que un equipo alcance la final de la Copa de Europa jugando a un ritmo endiablado desde la Supercopa, en agosto, hasta finales de mayo, tan solo por el hecho de que algunos de esos jugadores van a ir a disputar la Copa del Mundo de Brasil y no sé si les restara algún mínimo arresto para afrontar lo que se les viene encima.  Y después, quince días de vacaciones (que nunca son tales para un deportista de alto nivel) y otra vez a la carga.  No hay cuerpo que lo soporte ni amante del buen fútbol que no se eche las manos a la cabeza ante el flojo Mundial que se nos avecina, tanto por el agotamiento como por las nuevas tendencias conservadoras que vienen a imponerse otra vez ante la alicaída situación (me niego a hablar de crisis ni de fin de ciclo ni nada por el estilo) tanto del Barcelona como del equipo de Pep.
                El martes pasado pudimos presenciar un indigno partido para tan elevada cita, un empate a nada, que no a cero.  Un partido en el que un equipo que disfruta y se enorgullece de tener menos el balón que el rival, disfrutó de su posesión durante un 63% del tiempo ante la desidia de su desdichado rival, aquel que “no se presentó” ya a jugar una semifinal en el Camp Nou con Di Matteo en el banquillo; y cuyo entrenador tampoco “se presentó” dos años antes, en la misma ronda y el mismo escenario; un equipo que presenta a un extraordinario futbolista, como David Luiz, en el centro del campo para no hacer nada en absoluto, un centrocampista que solo pretendió dar 27 pases en todo el partido (ciento un minutos) y que únicamente lo logró en 14, alcanzando la lamentable cifra de una asociación con un compañero una vez cada ocho minutos.
                Por desgracia para los que amamos el fútbol, esta práctica tiende a extenderse entre los equipos más grandes y cada vez resulta más difícil reconocer a un equipo cualquiera, yermo de un estilo propio, en el concierto europeo.
                En el caso español, los dos grandes tienen el absoluto dominio de todos los estamentos futbolísticos y el aficionado medio, aquel que en un país que se cae a cachos y en el que la clase media se ha transformado en una triste clase media-baja que alcanza el umbral de la bajeza, no puede permitirse ver en su casa a los grandes porque ellos ya se han blindado televisivamente y sus partidos no se ofrecen en directo.
                Pero ante las exhibiciones de cojones y de estrategias preparadas del Atlético, las de músculo y velocidad del Madrid, y las de indefinición y cambio hacia la profundidad del Barcelona, muchos somos los que nos alegramos de no haber visto sus decadentes partidos y haber disfrutado, en cambio, de muchos y muy buenos encuentros del Athlétic gracias a su dominio del cambio de orientación y las continuas llegadas por banda y al área rival, de la exhibición del Celta de esta semana, del buen fútbol, equilibrado por parte de las no estrellas pero buenos entendedores del juego, de la Real Sociedad, del virtuosismo en el toque del Rayo Vallecano, o del juego milimétrico y bienintencionado de un Villarreal, que sabe bien lo que es un proyecto de un pequeño que juega con frecuencia a ser grande.
                No cambiemos pues las reglas del juego: los grandes a lo suyo, y nosotros a lo nuestro, que es disfrutar.  Solo lo siento por nuestra selección, que tanto nos regala y a la que tan poquito ofrecen nuestros clubes ¿grandes?

No hay comentarios:

Publicar un comentario