Recuerdo bien mis inicios en el mundo del deporte. Siempre me gustaron los deportes de equipo y
empecé jugando al baloncesto con siete años.
Dos temporadas después nos mostraron en el colegio las excelencias del
balonmano y varios de mis amigos decidieron apuntarse, de modo que aposté por
cambiar de deporte. Aquella era nuestra
primera temporada, como la de otros muchos, teníamos un equipo de pocos
jugadores y los monitores que venían al colegio después no se quedaban a los
partidos de los sábados. De modo que,
los dos padres, el mío y el de un compañero, nos acompañaban y hacían las veces
de mentores nuestros aquellas mañanas.
Ganamos pocos partidos, pero tampoco los perdimos todos. A mí no me iba muy mal, algún golillo
conseguía. Estoy seguro de que hoy, 27
años después, ninguno de mis compañeros recordará qué partidos ganamos, qué
goles marcó cada uno o en que puesto se clasificó el equipo. Pero seguro que todos recordamos que, tras
cada partido, los dos padres nos invitaban a una Coca-cola, siempre en el mismo
bar, donde nos esperaba siempre el mismo camarero, que intuía que una vez más
habíamos perdido, pero que llegábamos tan felices a por nuestro refresco y una
partida de pinball.
Muchos años
después inicié mi camino como entrenador, primero de balonmano, después de
fútbol. Para esta primera experiencia,
me acogió el club más cercano a mi casa y también el más cercano a muchos
corazones. Sin duda el C.F. Asociación
de Vecinos Valleaguado ha sido el club que más me ha dado y así lo recuerdan
también muchos de los que jugaron allí por aquel entonces. La estructura interna era familiar, con varios
directivos, las ideas claras en cuanto a las tareas de cada uno y una mesa
redonda, que dejaba claro que ni el Presidente ni ningún otro era más que
nadie. Este buen funcionamiento permitió
colocar a varios equipos del club muy bien posicionados en el fútbol base
madrileño. Pero seguro que los chicos
recordarán que en la bolsa de cada equipo había unos 20 refrescos. Una estructura que soportaba diez equipos
(dos por categoría) significaba un gasto semanal por unos 200 refrescos. Cierto es que los ponía la Asociación, pero
también lo es que ese dinero podría haberse invertido en cualquier otra cosa o
haber acabado en algún bolsillo. Como
por aquel entonces empezaron a surgir muchos comentarios en torno a la dieta de
los jugadores, se propuso que el modelo no era del todo correcto, de modo que
se sustituyeron lo refrescos por algo más saludable: así fue, 200 zumos cada
fin de semana.
Seguro que muchos
piensan que esto es normal. La verdad es
que, después de haber pasado por clubes de diferente tamaño, puedo decir que
esto no sucede o, al menos, yo no lo he visto.
Clubes más importantes ofrecen más posibilidades de ganar partidos pero
poco más.
Ahora, mi hijo
tiene 6 años y ha decidido apuntarse al equipo de fútbol que entrena en el cole,
el Rayo Arriacense. Como me pasó a mí,
le ha podido más compartir tiempo con sus amigos y compañeros que otra
cosa. Recientemente han iniciado una
competición de futsal prebenjamín en la que hay inscritos 38 equipos de la
provincia de Guadalajara. Ellos son de
los más pequeños, nunca antes habían jugado y se llevan goleadas de escándalo. Tal es el motivo por el que algunas voces ya
empiezan a ser críticas, también por eso normalmente me siento en algún lugar
apartado. Ya he tenido bastante. La competición es algo desleal: los rivales presionan sin apenas permitir sacar de centro, celebran los goles como si estuvieran jugando la Liga de Campeones y los papás se levantan con cada gol. Eso sí, en nuestro equipo, después del partido, hay chocolatinas
para todos. Es curioso, una especie de déja vu, o de noria que da vueltas para
hacer repetir la historia. De nuevo los
más modestos son los que más ofrecen.
Tampoco me extraña y me alegro bastante porque quien coordina todo esto
es una persona volcada en materia humanitaria.
Hoy se ha
producido una nueva victoria porque se ha otorgado el premio al mejor dibujo
del escudo del club (curiosa pero bonita iniciativa para fomentar el carácter
creativo e integrador en el equipo).
Cada uno tenía sus expectativas al pensar que su dibujo pudiera ser el
elegido. La sorpresa ha sido mayúscula:
medalla para todos los participantes.
A lo mejor hay
quien piensa que el equipo pierde y va a perder mucho y que, tal vez acabemos
los últimos. No estoy de acuerdo, somos
los primeros. Y por goleada.