El pasado domingo 24 de marzo el
diario El País publicaba una
fantástica entrevista al exfutbolista francés Lilian Thuram, campeón del mundo
con Francia en 1998 y de Europa en 2000.
En ella habla de racismo, de la actualidad de las selecciones francesa y
española, de la falta de humildad como clave de la caída de la selección
francesa y de su amor al fútbol, haciendo especial hincapié a su paso por el
Barcelona:
“Siempre
[he disfrutado del fútbol]. Nunca he
olvidado el niño que era cuando soñaba con jugar al fútbol. Muchos lo olvidan cuando llegan a
profesionales. Yo nunca. Cuando miraba mi apellido en la camiseta, era
siempre un sueño. Cuando llegué al
BarÇa, a los 34 años, que para mí era increíble porque era viejo, y vi cómo
jugaban, me pregunté: “¿Yo, qué cosa hacía antes?” Me pareció el verdadero juego del
fútbol. Ahora puedo decir que me he
sentido un verdadero jugador por haber estado en el Barcelona. Fue un pecado no haber llegado más joven,
porque con 34 años estaba muy condicionado después de diez temporadas en Italia”.
Thuram
jugó en el Barcelona de Rijkaard, un equipo excelente, y compartió vestuario
con algunas de las estrellas actuales, pero también vivió algunas deficiencias
de aquel equipo inexistentes en el de hoy.
Estas
reflexiones se asemejan mucho a las que hizo Javier Mascherano pocos meses
después de su llegada al Barcelona de Guardiola, cuando afirmaba que para salir
adelante satisfactoriamente en esta nueva experiencia debía, no solo aprender
una enorme cantidad de cosas nuevas y fantásticas, sino desaprender casi todo
lo que previamente sabía del juego del fútbol.