Veo las imágenes del partido FC Barcelona-Athlétic
Club, jugado el 13 de septiembre en el Camp Nou, dos días después de la Diada,
y me da la sensación de que han salido al campo veintidós jugadores vestidos de
payasos. Por si no fuera suficiente que
algunos equipos vistan de color rosa, con lunares o que utilicen un uniforme
nuevo de color diferente cada temporada, encontramos al Barcelona vistiendo la
camiseta con la bandera catalana en un partido que disputa en casa. Y el Athlétic, en solidaridad, utiliza el
uniforme con los colores de la bandera vasca.
Aquello parecía un partido entre las selecciones de Cataluña y Eukal
Herría, más que un partido de Liga entre dos equipos serios.
Llama
la atención que un jugador sea sancionado cuando se levanta la camiseta para
mostrar un mensaje en solidaridad con un compañero o con un colectivo y que, en
cambio, se permita que esta politización sí pueda ser utilizada en un campo de
fútbol y mucho más visible a los ojos de todo el planeta.
Sabida
es mi admiración por ambos clubes. Tal
afinidad es consecuencia del carácter social de que ambas entidades hacen
gala. Hay quien sostiene que sus
actuaciones son políticas y yo me pregunto qué no lo es y si acaso eso es tan
malo. Realmente, tanto FC Barcelona como
Athlétic Club son entidades con carácter político porque enlazan un carácter
deportivo, con señas de identidad muy definidas, con la ciudadanía de sus
respectivos territorios, generando una fuerza que identifica población,
territorio, historia y cultura con los valores del club. También es de todos conocido que el Athlétic
solo cuenta con jugadores euskaldunes o formados en canteras de cualquier
territorio de lengua vasca, preferentemente la propia, así como que el FC
Barcelona es el sello de la actividad deportiva en la provincia, generando posibilidades
en gran multitud de deportes, en los cuales el club tiene sección. La gente de la casa es también mayoritaria y
la formación en los valores propios es la clave del éxito de los diferentes
equipos del club.
Sin
embargo, la cuestión de las equipaciones trasciende el carácter social y la
identidad con los valores propios, traspasando el marco de lo político para
transformarlo en “politizante”. Y eso no
es ético y sí, en cambio, una muestra de cómo la desmesura del órdago
independentista pretende hacerse ver y oír, tanto como su presencia pierde
fuerza en la propia sociedad catalana.