La ayuda humanitaria
tiene distintas maneras de hacerse efectiva.
Muchas personas quieren hacer algo por los demás y acuden a la caridad,
una ayuda desinteresada pero puntual, que no permite alcanzar objetivos a largo
plazo. El gesto es bueno pero nunca sabremos
qué sucederá con esa ayuda solidaria puntual.
Lo curioso en nuestro país es que este tipo de ayuda humanitaria está
bastante extendida, lo que nos convierte en uno de los primeros países del
mundo en materia de caridad. Es la práctica
habitual en los “telemaratones” de Navidad, las galas “Inocente Inocente” o la
publicidad ante graves desastres humanos.
El español es de lágrima fácil y se vuelca pero no se arriesga en
proyectos más importantes, a largo plazo.
En ese aspecto, nos encontramos a la cola entre todos los países de la
OCDE.
Otros aportan grandes cantidades
de dinero mediante la creación de importantes asociaciones, no siempre fiables
debido a sus importantes desgravaciones fiscales y al dinero que puede quedarse
en infraestructuras propias y una siempre dudosa participación de sus
dirigentes. Otros casos, como los
famosos, iconos del mundo del glamour internacional, realmente ofrecen su
imagen y poco más. No es común verles
allá donde aparentemente envían su dinero, también pueden ser sospechosos y
utilizan su imagen para reforzarse aunque no sepan qué sucede con las
organizaciones con las que colaboran. Lo
mismo ocurre con las fundaciones de algunos clubes, que sirven como tapadera
para obtener beneficios fiscales y aumentar su presencia en determinados
países, aquellos en los que puede seguir obteniendo más beneficios (como en
América Latina o los países asiáticos más ricos), pero no se les ve donde
verdaderamente hacen falta (África Negra, sudeste asiático o mundo musulmán no
perteneciente al Golfo Pérsico).
La ayuda humanitaria tiene un
verdadero gran valor cuando actúa en alguna de estas dos direcciones: en primer
lugar, la cooperación al desarrollo. Es
un paso adelante porque no se trata de
regalar sino de construir, no es dar pescado sino una caña y enseñar a pescar, no
es caridad sino cooperación, no es aporte sino desarrollo. Estas personas generalmente acuden a los
lugares más desfavorecidos para intentar acceder al agua potable, mediante la
construcción de pozos, a la educación, mediante la construcción de escuelas, a
la sanidad, mediante la construcción de hospitales, y a la dignidad, mediante
la construcción de viviendas con todos los servicios básicos. Es el caso de la ONG Deporte y Arte Solidario, presidida por el Doctor Pablo Bohórquez, que
trabaja en el Chad a partir de las aportaciones obtenidas por las jornadas
realizadas en colegios e institutos, mercadillos y huertos solidarios o
vinculación del mundo del deporte (como es el caso de la Federación Española de
Baloncesto, gracias al enlace con Jorge Garbajosa) con la tarea humanitaria.
La segunda dirección es la labor
social que vincula casos concretos pero dramáticos dentro del entorno cercano
con la colaboración personal. Mientras
ciertos clubes se enorgullecen de sus fundaciones autocomplacientes, el Rayo
Vallecano de Madrid ha dado un magnífico ejemplo al ofrecer su colaboración en
dos conflictos sucesivos recientes. La
semana pasada, el Club Deportivo Aviación vio cómo las excavadoras acababan con
el campo de fútbol en el que entrenaban y jugaban desde hacía medio siglo, el Pedro Vives. Se ha tratado de un desahucio puesto que este
campo se encuentra en la Colonia de la Aviación, en la que se ofrecieron
viviendas a bajo precio a trabajadores del Ejército del Aire. Hoy, las condiciones han cambiado y el club
se ha visto en esta dramática situación.
Sin campo para entrenar y jugar, el Rayo Vallecano ofreció su Ciudad
Deportiva para poder continuar la temporada con normalidad. Aunque finalmente, el club está utilizando
los campos federativos Ernesto Cotorruelo, que se encuentran en Carabanchel,
bastante más cerca de su sede, el gesto ha sido de agradecer.
Esta semana se ha producido el
segundo acto relevante y bastante más mediático: cito textualmente la
información ofrecida por el Diario El País en su página 26 del pasado domingo 23
de noviembre de 2014: “El Rayo Vallecano pagará el alquiler de una vivienda a
Carmen Martínez Ayuso, a mujer de 85 años desahuciada el viernes de su piso en
el número 10 de la calle Sierra de Palomeras en el barrio madrileño de
Vallecas. Lo hará durante el resto de su
vida, según anunció ayer el club de fútbol.
Así lo confirmó ayer su entrenador, Paco Jémez: “Nosotros no os vamos a
quedar parados, vamos a ayudar a esa señora.
No solo yo, sino el cuerpo técnico y los jugadores. Dentro de nuestras posibilidades vamos a
ayudarle y a echarle una mano para que encuentre un sitio para que pueda vivir dignamente
y no se sienta sola” […].
Al conocerse la situación de
Carmen, una ola de solidaridad invadió, sobre todo, las redes sociales. La mujer se vio forzada a abandonar su
vivienda, en la que había vivido durante cinco décadas, porque su hijo único,
Luis Jiménez Martínez, la utilizó como aval para un préstamo de 40.000 euros
que le hizo un particular, Francisco M., en 2010. La deuda supera ahora los 70.000 euros y el
acreedor se ha negado durante el último mes a aceptar un alquiler social para
Carmen […].
“Estoy muy orgulloso de poder
echar una mano. Me gustaría ayudar a más
gente, pero esto es imposible. En esta
situación, en particular, porque es una señora del barrio. Nosotros, como club, no podemos pasar la
oportunidad de ayudar. Que no se
preocupe ni ella ni la familia porque vamos a hacer todo lo posible”, añadió el
técnico. Jémez relató cómo desde el
primer momento todos quisieron echar una mano.
“Hablé con el presidente, con los jugadores. Lo que esté dentro de nuestras posibilidades,
lo haremos”, apuntó”.
Los equipos se fortalecen
gracias a muchos elementos: a veces influyen los resultados, otras veces la
táctica. Paco Jémez ha hecho un equipo
robusto que se tiene que rehacer cada año para volver a crecer gracias al
entendimiento común en torno a unas ideas (de las que ya hablaremos) y a una
particular idiosincrasia deportiva que vincula el obrerismo
vallecano-carabanchelero con un club tan modesto como superviviente.