sábado, 1 de septiembre de 2012

GABRIEL MASFURROLL Y EL ESPÍRITU OLÍMPICO



            Es fácil confundir la competición con el espíritu olímpico, así como nuestros gustos y preferencias en materia deportiva con el verdadero logro deportivo.  En un país con una cultura deportiva tan mala como el nuestro siempre resulta reconfortante encontrar ejemplos que circulan en la correcta dirección.  Uno de ellos es Gabriel Masfurroll, escritor, ex vicepresidente del F.C. Barcelona y actual vicepresidente de la Fundación de dicho club, además de fundador y director de la Fundación Álex, creada en honor a su hijo, prontamente fallecido y afectado por la anomalía genética de Síndrome de Down.

            Gabriel Masfurroll escribe en Diario Marca en una columna llamada “Cartas a Álex”, en la que se dirige directamente a su hijo a modo de carta y que cierra con algún entrañable recuerdo del tipo de “t´estimo molt y t´anyorem”.  El domingo 12 de agosto escribía así:

            “Sigo ensimismado y muchas veces emocionado los JJ.OO.  Cada deportista tiene su historia y sus logros suelen ser proezas para ellos.  Sabes bien Álex, que conseguir competir en unos JJ.OO. no es nada fácil.  La presión, los años de esfuerzo y sacrificio son enormes.  Pocos saben lo que esto representa.  Me sorprende y desilusiona cómo “desde fuera” solo se valoran las medallas y a veces si no son de oro, parece que has fracasado.
            ¿Sabes Álex?  Hemos creado una sociedad donde solo valer ser el mejor, donde ser segundo o tercero por no hablar de posiciones peores, ya se considera un fracaso.  Está claro que ganar y conseguir la victoria es la mejor recompensa que se puede conseguir, pero los no deportistas no pueden saber que una vez tienes la medalla en la vitrina, la competición empieza de nuevo.
            […] El deporte es una carrera de maratón.  Dura años y suelen triunfar, cada uno a su medida, aquellos que trabajan duro y se esfuerzan al máximo.  Los triunfos llegarán o no, pero a título personal, mejorar ya es un éxito.
            Aquellos que piensan  que los éxitos se consiguen sin esfuerzo, están destinados al fracaso.  Jamás hay que presumir de ser el mejor, eso hay que demostrarlo.  A mí, estos Juegos me han servido para descubrir fantásticas historias de superación personal que demuestran que lo importante es no dejar de mejorar jamás.  Álex, los JJ.OO. son la expresión más fidedigna de lo que es el mundo real”.

            Así es, el sentido más auténtico del deporte se vincula con la superación personal, la competición sana, libre de trampas y fiel muestra del dominio corporal y técnico, para llegar más alto y más lejos (recordemos el lema olímpico: citius, altius, fortius), y con la confraternización entre pueblos, en una plena demostración de tregua internacional en la que tienen cabida todos los países del mundo, aunque sea con una pequeña y poco relevante delegación.

            El deporte olímpico muestra el valor del entrenamiento para llegar a la cita cada cuatro años (es decir, una olimpíada), la dificultad para poder hacerlo con pocos medios y sin ninguna repercusión en los medios, como es el caso de la mayor parte de los deportes, pero es también la ilusión personal y el sueño de todo un país por ver a los deportistas más grandes del planeta, a los que más dinero ganan, a los que alumbran todos los focos permanentemente, emocionándose por el logro obtenido y escuchando el himno nacional, compartiendo un momento con sus millones de seguidores, o llorando amargamente, como Manu Ginobili, por no haber podido ofrecer esa gloria a sus compatriotas por haber obtenido el cuarto puesto.

            Durante quince días nos olvidamos de los males nacionales y de los millones que los patrocinadores y las televisiones ofrecen a las grandes competiciones de fútbol o a la Fórmula 1.  Todo eso queda en segundo plano y el deportista, con sus glorias, sus miserias, su historia propia en fin, pasa a ser el individuo, la persona, que es de carne y hueso, que se emociona, sufre y se esfuerza, como todos los demás, como cada trabajador que da de comer a su familia.

             


4 comentarios:

  1. Por favor un pequeño matiz, el síndrome de down no se padece porque no es una enfermedad, es una anomalía genética.

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  2. Por favor un pequeño matiz, el síndrome de down no se padece porque no es una enfermedad, es una anomalía genética.

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  3. Tengo una prima con esta enfermedad, la aprecio mucho, sobre todo la labor que hacen sus padres para educarla. Se puede comparar con la fuerza y entusiasmo que ponen los entrenadores de deportistas en sus atletas. El espíritu olímpico se diferencia del futbolístico o automovilístico en que se hace en honor al deporte, y no a las televisiones como hacen estos últimos. Por cierto, a toda esa gente que menosprecia a la gente con el síndrome de down, algo muy de moda hoy en día llamar subnormal, les diré una cosa: Los subnormales no nacen, se hacen. Escribe esto el escritor de The Speedy New

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  4. Gracias por el cambio. Y respecto al comentario anterior muy de acuerdo en todo menos en nuevamente el uso de "enfermedad " el síndrome de down se tiene o no se tiene, y no se padece porque no es una enfermedad. Las palabras son tan poderosas como algunos actos y si empezamos cambiando algunas de ellas quizás logremos un mundo un poquito mejor.

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