Pensaba que a aquel que no se
presentaba a jugar se le daba el partido por perdido y, que en el caso de
tratarse de una eliminatoria, quedaba automáticamente eliminado. Pero veo que no es así. En los últimos años el F.C. Barcelona ha
quedado eliminado de la competición europea por equipos que decidieron “no
presentarse” a jugar por decisión de sus técnicos (todos ellos latinos, el área
del mundo, junto con el resto del Mediterráneo europeo, donde se inventó la
trampa y el chanchulleo, más aún la mal llamada y aplaudida picardía de quien
realmente es un estafador que, ante todo se engaña a sí mismo y a sus
adláteres). Tal fue el caso del español
Rafa Benítez con el Liverpool (2006-2007), del portugués José Mourinho con el
Inter de Milán (2009-2010), y ahora del italiano Roberto Di Matteo con el
Chelsea (2011-2012).
Cualquiera de los tres casos
representa una estafa para el aficionado, una falta de respeto para el
espectáculo deportivo y una vergüenza para los que de verdad amamos este
deporte. Hay quien justifica estas
actuaciones con motivos tales como que “cada uno hace su planteamiento”, “es
que es la única manera de ganar al Barcelona”, “es que no tienen otras armas” y
otras por el estilo. Ninguno de ellos es
sostenible sino solo por fanáticos antibarcelonistas o por exacerbados
seguidores de dichos equipos. Uno puede
llegar a entenderlo, de hecho Jorge Valdano dijo con respecto a aquella
eliminatoria entre Liverpool y Barcelona que en Anfield la gente enloquecería
aunque le pusieran una mierda pinchada en un palo en el centro del campo. Sí, puedo entenderlo, pero no justificarlo.
Entiendo que un equipo se presenta a
jugar un partido de fútbol cuando sus objetivos son propiamente futbolísticos,
es decir cuando desarrolla las cualidades técnicas de sus jugadores y utiliza
todos los principios tácticos a lo largo del partido. Son muchos, clara mayoría, los que hacen
primar las estrategias sobre las tácticas, la táctica defensiva sobre la ofensiva,
los criterios táctico-estratégicos en general sobre la técnica y el
condicionamiento físico sobre todo lo demás.
Cada uno de estos criterios se separa progresivamente de las esencias
del fútbol pero no por ello dejan de ser fútbol. Cuanto más se insiste en ello, más ilícita me
parece la presencia de ese equipo (por ejemplo, la sucesión de disparates que
semana tras semana nos plantea Javier Clemente con un Spórting de Gijón, que no
será un Fórmula 1, como él mismo dijo, pero que sí cuenta con interesantes
jugadores, con buenas virtudes técnicas, a los que ningunea por completo). Pese a lo indignante que resulte, sigue
siendo un equipo de fútbol que ataca y defiende, que utiliza la técnica y la
táctica, etc., aunque utilice mucho menos de lo deseable las cualidades
verdaderamente virtuosas de sus jugadores.
El planteamiento del Chelsea no
tiene que ver con esto. El equipo inglés
llegó a Barcelona con la clara intención de NO QUERER jugar, renunció al 100%
al juego de ataque y únicamente recurrió en algún caso al contraataque. Despreció la técnica individual de sus
jugadores, que solo se pasaron el balón 122 veces en 90 minutos (es decir, ¡poco
más de un pase por minuto!) y que únicamente tiraron tres veces a portería: dos
de ellas fueron gol y la otra una esperpéntica actuación desde el centro del
campo en la que, por primera vez en mi vida, puedo decir que un tiro a puerta
fue un acto defensivo. Tal ingenio fue
protagonizado por Didier Drogba, un fantástico futbolista, que muchos
consideran el mejor jugador del encuentro.
Pues bien, si el delantero centro del equipo no tira, no genera ninguna
situación ofensiva y pasa a emplearse como lateral izquierdo deficiente, creo
que algo estamos calibrando mal. Provoca
un penalti por falta de solvencia en su posición de base defensiva y se limita
a correr. Y, en otro esperpento, lanza el
balón directamente a la esquina contraria en el saque de centro tras el 2-0 que
les dejaba eliminados, por temor a encajar más goles en los dos minutos que quedaban
para llegar al descanso. Quizás, si se hubiera presentado a alguna exhibición
atlética, habría que haberle otorgado la medalla de oro. Pero esto es FÚTBOL, por tanto su actuación
fue bastante insuficiente. Pobre Drogba,
no le culpo a él, que hizo lo que le encomendaron, sino al mentecato de su
entrenador.
Por lo demás, hay que tener en cuenta la
larga colección de elementos ofensivos a los que renunció por completo durante
todo el partido:
·
La posesión del balón: el
Barcelona dispuso de él durante un 81% del tiempo de partido. Jamás he visto algo igual. Si renuncias por completo al balón, ¿cómo
puedes decir que has ido a jugar un partido de fútbol? ¿Con qué has jugado
entonces? No nos engañemos, el Chelsea se
limitó a desarrollar una exhibición atlética.
·
El orden y el sentido del
juego ofensivo: solo recuerdo una jugada en la que dieron al menos tres pases
seguidos. En el segundo tiempo, todo era
conducir individualmente el balón hasta perderlo lo más lejos posible de su
portería. ¿Acaso jugaban a rugby?
·
Imposición de un ritmo de juego,
de una velocidad específica en el juego y de unos cambios de ritmo
individuales y colectivos.
·
Incorporación de la pausa: clave
para lograr ciertos desatascos.
·
La elaboración: el juego de
ataque se caracteriza por la presencia de tres elementos: iniciación,
elaboración y finalización. Algunos técnicos
tratan de convencernos de que con la primera y la última bastan. Pero el fútbol es sobre todo la segunda.
·
Las paredes: el Barcelona las
utiliza continuamente para superar adversarios; al Chelsea le basta con correr
para conseguirlo.
·
Los cambios de orientación:
determinantes para generar confusión a las defensas. El Chelsea se limitó a enviar centros directos.
·
Los desmarques de apoyo: todos
los desmarques fueron de ruptura, es decir hacia adelante, para ganar espacios
a la espalda de los defensas, pero nunca con función de apoyo para auxiliar al
compañero.
·
Las ayudas permanentes: no se
puede entender el fútbol de ataque sin este concepto. El Chelsea renunció por completo a ellas.
·
La creación de espacios, su
ocupación y aprovechamiento positivo en diferentes zonas del campo. Solo le interesaron los espacios a la espalda
de la defensa adelantada del rival.
·
Las superioridades numéricas:
tampoco le interesan, basta con crear alguna ocasión y ser certero en el tiro.
·
La visión de juego individual:
claro, ente tal ceguera creativa, no se puede tener ninguna visión.
·
Y, por supuesto, las acciones de
calidad que tan bien domina el Barcelona (incluso en este partido):
fijaciones al par, escalonamiento de posiciones ofensivas, superación
progresiva de líneas, dualidades, aperturas, juego por el centro para
descongestionar las zonas exteriores, pases atrás de oxigenación, elaboración
de formas geométricas para facilitar líneas de pase, trazado de envíos
diagonales, juego a ras de suelo, etc.
Es fácil alzarse contra el árbitro,
contra el jugador que no tiene un buen día o contra el entrenador por la
derrota de su equipo. Creo que en esos
casos deberíamos callar y valorar el trabajo y el esfuerzo, pero no dejar
impunes planteamientos que nos perjudican a todos los que amamos este deporte.
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